Serrano Suñer fue un hombre de personalidad acusada, que por sus circunstancias personalés ocupó una posición relevante en la España surgida tras la Guerra Civil. Cuñado de Franco, amigo íntimo de José Antonio Primo de Rivera, nunca perdonó a las milicias del Frente Popular la muerte de sus dos hermanos. Arquitecto del Régimen de partido único que debía ganar la guerra, se convirtió pocos años después en su gran crítico, al pedirle a Franco en 1945 un gobierno de concentración nacional. Inteligente, cultivado, complejo, mantuvo durante toda su vida un distanciamiento del poder desde su cese en 1942. En estas páginas Ignacio Merino refuta la idea extendida de un Serrano Suñer entregado al ideario totalitario y partidario de los nazis. A través de muchas horas de conversaciones a lo largo de diez años y de una intensa labor de investigación y contraste, el autor llega a la conclusión de que fue precisamente Serrano quien, de acuerdo con Franco pero llevando la voz cantante, frenó el afán expansionista hitleriano en España.