Cuarto volumen de En busca del tiempo perdido, obra maestra de Marcel Proust y uno de los logros más altos de la literatura universal, Sodoma y Gomorra ahonda en una de las preocupaciones proustianas por excelencia: el amor y sus variaciones en torno a los celos, el deseo, la frustración o el desasosiego. Situada de nuevo en la costa de Balbec, la narración fluye a través de las pasiones amorosas de los personajes, como la obsesión del barón Charlus por el violinista Morel o la atracción que el propio narrador siente hacia Albertine. Más tarde la acción transcurre en la villa de los verdurin, un lugar en que el narrador se interroga acerca de su amor por Albertine y donde descubre que ésta ha mantenido relaciones lésbicas con Madame de Villeparisis, por lo que decide llevársela a París. Como un fastuoso e inolvidable tapiz verbal, Sodoma y Gomorra dibuja la compleja trama de las relaciones humanas, el desesperado e imposible intento de franquear la soledad, de entender la pasión, esas intermitencias del corazón que sólo Proust supo describir con maestría intemporal.