IZZO, JEAN-CLAUDE / SÁENZ LÓPEZ, MATILDE
Prólogo: Ojos que no ven, corazón que siente. Marsella, siempre.
1. Donde a veces, lo que se tiene en el corazón se oye mejor que lo que se dice con la lengua
2. Donde el hábito de vivir no es una auténtica razón para vivir
3. Donde no es inútil tener ilusiones en la vida
4. Donde las lágrimas son el único remedio contra el odio
5.Donde da gusto decir y oír según qué cosas, aunque no sirvan para nada
6. Donde a veces son amores secretos lo que se comparte con una ciudad
7. Donde existen errores demasiado monstruosos para el remordimiento
8. Donde lo que se puede comprender puede también perdonarse
9. Donde uno sabe que es difícil sobrevivir a los que han muerto
10. Donde, gracias a su levedad, la tristeza puede reconciliarse con el vuelo de una gaviota
11. Donde lo que está en juego es la vida hasta el último suspiro
12. Donde se cuestiona la alegría de vivir en una sociedad sin moral
13. Donde es más fácil explicar a los demás que comprender uno mismo
14. Donde uno encuentra el sentido exacto de la expresión "un silencio de muerte"
15. Donde la inminencia de un acontecimiento crea una especie de vacío que atrae
16. Donde, aun involuntariamente, la partida se juega en el tablero del Mal
17. Donde se dice que la venganza no conduce a nada, y el pesimismo tampoco
18. Donde, cuanto menos concedes a la vida, más tragas con la muerte
19. Donde es necesario saber cómo ve uno las cosas
20. Donde no hay verdad sin amargura
21. Donde resulta evidente que la podredumbre es ciega
«Esto es una novela. Nada de lo que en ella se cuenta, ha sucedido. Pero como me es imposible permanecer indiferente ante la lectura diaria de los periódicos, mi historia acaba tomando a la fuerza los caminos de lo real. Al fin y al cabo, todo ocurre en la realidad. Y el horror, en la realidad, supera ?y con mucho? cualquier ficción imaginable. En cuanto a Marsella, mi ciudad, siempre a medio camino entre la tragedia y la luz, se hace eco de lo que nos amenaza.» Todo llega a su final, y puede que los malos sólo tengan su merecido en las viejas películas de Hollywood. Resulta difícil afrontar la realidad, la náusea que provoca es demasiado intensa. Bajo su falso fulgor se esconde una podredumbre que amenaza todo aquello que queremos, aun lo más inocente. Nada ni nadie se salva de ella. ¿Ni siquiera Montale?