En el prólogo de esta singularísima colección de suicidios imaginarios se nos habla de unos grafitti misteriosos que hace unos años aparecieron en la ciudad nueva de Fez, en Marruecos: «Se descubrió que los trazaba un vagabundo, un campesino emigrado que no se había integrado en la vida urbana y que para orientarse debía marcar itinerarios de su propio mapa secreto, superponiéndolos a la topografía de la ciudad moderna que le era extraña y hostil...» Todo parece indicar que en estos relatos contra la vida extraña y hostil, el narrador, al igual que el vagabundo de Fez, intenta orientarse en el laberinto del suicidio a base de marcar el itinerario de su propio mapa secreto y literario: «Y eso me lleva a pensar en Pessoa ( Viajar, perder países ) y a parafrasearlo: Viajar, perder suicidios. perderlos todos. Viajar hasta que se agoten las nobles opciones de muerte que existen.» Viajar y perder países, inventar personajes que evitan que nos arrojemos al vacío, adentrarse a tumba abierta en la realidad, perseguir con gran fatiga vidas ajenas, morir de esa pasión extrema que puede ser el amor, coleccionar tempestades, interiorizar a los muertos, perderse, resignarse a la grisura de la vida, practicar la saudade, convertirse en fantasma: éstas son algunas de las nobles suertes de muerte o despedidas irónicas de la vida que habitan las páginas de esta colección de sutiles sucidios y van trazando un inquietante itinerario moral a través del tema de la muerte por mano propia, sin sucumbir al suicidio pero también sin escapar de él.