Afirmar que el animal humano mantiene un alejamiento respecto de su misma existencia, de las pulsiones a partir de las cuales se mueve, de la lengua en la que habita, equivale a afirmar que el animal humano no es esta existencia, estas pulsiones, esta lengua, sino que las tiene. El verbo «tener», a diferencia de «ser», expresa una relación de pertenencia que excluye resueltamente la identidad entre los términos en ella involucrados. Y es precisamente el déficit de identificación con las dotes de las que se dispone lo que revela la posibilidad de usarlas sin prejuicios. Usamos solo aquello que tenemos, nunca lo que nos es consustancial al punto de no ser capaces de distinguirnos de ello. El uso de la vida aparece ahí donde la vida se presenta como una tarea y, junto a ello, como el instrumento que permite cumplir esa tarea. Dicho de otra forma: el uso de la vida concierne a la especie que, además de vivir, debe hacer posible la propia vida.