Lo normal hasta ahora ha sido interpretar la Regla de san Agustín desde planteamientos ascético-morales, pero la presente obra muestra que esta no es la única forma posible.
Punto de partida es entender, en clave patrística, la espiritualidad como el salir del hombre en actitud de acogida al encuentro del Dios trino que se ha anticipado a encontrarle a él, según la fe propone y la teología expone.
En línea con este principio, el escrito agustiniano es interpretado a la luz de sus textos de cuño teológico, pocos y de limitada extensión, pero estratégicamente ubicados.
De ahí resulta una espiritualidad cuyo núcleo es teológico y, por tanto, trinitario, que halla expresión en el concepto de comunión con las tres divinas Personas, de la que deriva la comunión con los hombres.
El resto de los preceptos de la Regla, de evidente tono ascético-moral, no cabe entenderlos sino como medios al servicio de esa comunión, [sea para hacerla visible, sea para protegerla, sea para intensificarla; medios] resumidos en estos tres principios:
vida en común,
interioridad y
confessio, a los que el autor dedica la debida atención.
En consecuencia, la obra no servirá solo para nutrir la espiritualidad de los religiosos y religiosas que profesan la Regla de san Agustín y de quienes viven en su órbita espiritual, sino también la de cualquier laico que aspire a vivir una espiritualidad radicalmente cristiana.
La claridad en el planteamiento y en la exposición hará fácil su lectura a unos y a otros.