Sir Steven Runciman (1903-2000) fue uno de los mejores historiadores medievalistas del siglo XX. Nacido en Northumberland y nieto de Lord Runciman, un magnate naviero, la fortuna que heredó de éste en 1938 le permitió abandonar su puesto de profesor en Cambridge, donde asimismo había estudiado, y dedicarse a la investigación y a los viajes. Volvió a la enseñanza durante un breve periodo (1942-1945), como catedrático de Historia y Artes Bizantinas en la Universidad de Estambul. Sin duda el mayor experto de su tiempo en Bizancio, su conocimiento de numerosas lenguas (al parecer dominaba el latín a los seis años y el griego a los siete, a las que fue añadiendo el árabe, el turco, el persa, el hebreo, el siriaco, el armenio, el georgiano, el ruso y el búlgaro) le valió para consultar fuentes poco conocidas, durante la escritura de su obra más famosa, la extraordinaria Historia de las Cruzadas, en tres volúmenes. Fue compañero y amigo de George Orwell, se codeó con el Grupo de Bloomsbury, tuvo amistad con la novelista Edith Wharton, se rumoreó que durante la Segunda Guerra Mundial había trabajado como espía en Bulgaria (aunque él siempre lo negó), y siempre se sintió atraído por lo sobrenatural, hasta el punto de atreverse a leerles la fortuna a varios reyes y reinas en las cartas del Tarot. Era un gran bromista, un excelente conversador y disfrutaba enormemente con el chismorreo, sobre todo -como buen historiador- con el de las épocas más remotas. Si la Historia de las Cruzadas es su libro más célebre, La caída de Constantinopla 1453 es probablemente el más intenso, apasionante, elegiaco y personal de todos ellos.