El señor Coc come a todas horas, lo cual no le impide estar siempre con hambre. Recibe cada vez más contento el desayuno, la comida, la merienda y la cena. Nunca está saciado y, a pesar de todo, sigue hambriento. En la solapa final el señor Coc alerta al lector de que lo siguiente que se comerá es a él.