El nicaragüense Rubén Darío (1867-1916) fue no sólo un gigantesco poeta, el gran renovador de la poesía en lengua española, sino también un excelente prosista y un gran viajero. En este volumen, Tierras solares (1904) que publicamos en conmemoración del primer centenario de su muerte, se recogen las crónicas de dos viajes por Europa que realizó el poeta entre diciembre de 1903 y mayo de 1904. El primero fue por tierras de Barcelona, Andalucía, Gibraltar y Tánger y el segundo por Bélgica, Alemania, Austria-Hungría e Italia. La edición ha corrido a cargo de Noel Rivas Bravo, uno de los mayores y más perseverantes especialistas en la obra de Rubén Darío.
Rubén Darío (Metapa, hoy Ciudad Darío, Matagalpa, 1867-León, Nicaragua, 1916) fue un viajero incansable, un poeta peregrino. De genio precoz, durante toda su vida fue también redactor, fundador y director de diarios y revistas, aunque su grandiosidad de poeta ha opacado esta faceta importante de su escritura. Sin duda, podemos afirmar que en su tiempo no existe publicación periódica en lengua española, de verdadera o relativa importancia, en donde no haya aparecido su nombre ocupando un lugar de excepción. No en balde con él y su ejemplo se inicia en América Latina un nuevo modo de entender la vocación del escritor, la de una entrega total y sin contemplaciones a la propia obra.
De sus libros que recogen las crónicas de sus viajes, destacamos Peregrinaciones (1901), La caravana pasa (1902), El viaje a Nicaragua e Intermezzo tropical (1909), España contemporánea (1901) y Tierras solares (1904). Estos dos últimos libros vienen a recoger las impresiones, experiencias e ideas que Darío tuvo sobre la España de entresiglos, y que han merecido notables estudios y comentarios de lectores y especialistas darianos.
Rubén Darío (Nicaragua, 1867-1916) representa uno de los grandes hitos de las letras hispanas, no sólo por el carácter emblemático de algunos de sus títulos como Azul... (1888), Prosas profanas (1896) y Cantos de vida y esperanza (1905) sino por las dimensiones de renovación que impuso a la lengua española, abriendo las puertas a las influencias estéticas europeas a través de la corriente que él mismo bautizó como Modernismo. Pero como decía Octavio Paz su obra no termina con el Modernismo: lo sobrepasa, va más allá del lenguaje de esta escuela y, en verdad, de toda escuela. Es una creación, algo que pertenece más a la historia de la poesía que a la de los estilos. Darío no es únicamente el más amplio y rico de los poetas modernistas: es uno de nuestros grandes poetas modernos, es «el príncipe de las letras castellanas».