Escritor ilustrado e intelectual comprometido, próximo a la política cultural de Carlos III y de su ministro el conde de Aranda, Nicolás Fernández de Moratín fue, además de prolífico poeta (extraordinario en la sátira), el iniciador del teatro neoclásico, que llevará a la plenitud su hijo Leandro. Empeñadas en un combate contra la "barbarie" de los autos sacramentales barrocos, que gozaban de gran arraigo popular, las tragedias de Moratín el Viejo ilustran sobre todo la cuestión de la tiranía y de la importancia de la felicidad individual para el bienestar colectivo. Con la presente edición, la primera desde mediados del siglo XIX, Josep Maria Sala Valldaura devuelve a los lectores las tres tragedias conservadas del autor: Lucrecia, Hormesinda (la única que subió a los escenarios) y Guzmán el Bueno, cuyos textos se han fijado a partir de las ediciones dieciochescas, algunas de ellas controladas por el propio Moratín. El detallado prólogo sitúa en sus correspondientes coordenadas culturales la obra de uno de los forjadores del drama neoclásico español, al tiempo que analiza cada una de las piezas en sus ricos valores ideológicos y artísticos.