¿Qué habría pasado si Shakespeare hubiera tenido una hermana con su mismo talento para la escritura? Probablemente, que él seguiría siendo un faro de las letras universales y ella, condenada al anonimato, se habría suicidado.Esto decía Virginia Woolf a las estudiantes universitarias que en 1928 atendieron a sus conferencias sobre las mujeres y la literatura. Y lo decía, precisamente, invocando también a Jane Austen o a las Brontë, para animarlas a no dejarse aplastar por el peso de una historia eminentemente masculina. Una habitación propia sigue siendo hoy libro de cabecera porque es una invitación a la creación libre de prejuicios y de obstáculos, y una llamada al encuentro de las mujeres con la escritura (y con la realidad) para que ocupen por fin el lugar que siempre han merecido. Y porque es, además, un texto brillante, divertido y mordaz que no se agota jamás en la relectura y que refleja la grandeza de su autora: una de las escritoras más geniales de la historia.Traducción de Catalina Martínez Muñoz
Hija del conocido hombre de
letras Sir Leslie Stephen, Virginia Woolf nace en Londres el 25 de enero
de 1882, y vive, desde su infancia, en un ambiente densamente literario. Al
morir su padre, Virginia y su hermana Vanesa dejan el elegante barrio de Kensington
y se trasladan al de Bloomsbury, más modesto y algo bohemio, que ha dado nombre
al brillante grupo formado alrededor de
las hermanas Stephen. En 1912 se casa con Leonard Woolf y juntos dirigen la
Hogarth Press. El 28 de marzo de 1941, la genial novelista sucumbe a la grave
dolencia mental que la aqueja desde muchos años atrás y se suicida ahogándose
en el río Ouse. Además de Las olas (1931), Virginia Woolf fue
autora de novelas tan importantes como El cuarto de Jacob (1922), La
señora Dalloway (1925), Al faro (1927), Orlando (1928), Los
años (1937) y Entre actos (1941).