Una pención miserable, misteriosas amenazas, el Café Gijón, Francisco Umbral... y Maruja Lapoint Samuel Lamata ha llegado a Madrid para solo dedicarse a escribir, para triunfar en la literatura, pero en especial para espiar a Umbral y para hacer de esta ciudad un personaje literario. En la penosa pensión de la calle Hortaleza en la que vive, antes de acostarse se repite a menudo dos frases de Witold Grombrowicz. La primera: Yo no era nada, por lo tanto podía permitírmelo todo. La segunda: Desde que ejerzo la literatura siempre he tenido que destruir a alguien para salvarme a mí mismo. Así empieza su trepidante búsqueda, literaria, vital en donde él, como narrador con un amplio registro literario (Borges, Kafka, Gómez de la Serna, etc.) trata de encontrar al verdadero Francisco Umbral, descubrir quién se esconde tras el personaje de Maruja Lapoint (pseudónimo correspondiente a cierta bohemia todavía viva, meretriz célebre del Café Gijón, envuelta en brumas y cicatrices), y ya por último, intentando descifrar su propia identidad, que busca a todos los anteriores por no buscarse a sí mismo.