En la actualidad, el arte puede liberar al hombre de su confusión devolviéndole lo que ha perdido: éste fue el mensaje de Kandinsky, fundador de la pintura abstracta. No se trata de representar el mundo de los objetos, sino nuestra vida interior. ¿Cómo pintar y hacer ver las emociones ocultas de nuestras almas, cómo mostrar lo invisible? Considerada «difícil», la pintura abstracta abre paradójicamente el camino hacia una cultura verdaderamente popular y confluye con el arte preocupado por lo sobrenatural, con el arte sagrado, como nos explica Michel Henry. «Lo que, a fin de cuentas, los más elevados espíritus han pedido al arte es un conocimiento, un conocimiento verdadero, metafísico, susceptible de ir más allá de la apariencia exterior de los fenómenos para entregarnos su esencia íntima. ¿Cómo la pintura realiza y puede realizar esta revelación última? No dándonos a ver, no representándonos esa esencia última de las cosas, sino más bien identificándonos con ella en el acto iniciático del arte.»
Michel Henry (Haiphong, 1922-Albi, 2002) fue profesor de filosofía en la Universidad Paul Valéry de Montpellier e impartió su enseñanza en varias universidades francesas y extranjeras. Fue un pensador comprometido, en la vanguardia de la fenomenología, autor de numerosas obras publicadas en parte en la colección «Épiméthée», como La barbarie, retomada en la colección «Quadrige».