La mayoría de nosotros transita por la vida ignorando la trama oculta que la explica, a ella, a la vida, y al entorno que la rodea y en el que surge. La trama en cuestión es la ciencia, ese maravilloso instrumento inventado por los humanos que nos permite entender el mundo que nos rodea, al igual que nuestros propios procesos biológicos. La ignorancia social que rodea a la ciencia constituye una tragedia. En primer lugar, porque deja a los ignorantes indefensos ante la naturaleza que les rodea, dando origen así a todo tipo de mitos, nacidos del incontrolable deseo que sentimos por contestar a preguntas que nadie puede evitar plantearse. preguntas del tipo de ¿qué es y qué contiene el universo?, ¿cuáles son las leyes básicas que obedece?, ¿cómo surgió la vida y evolucionó en nuestro planeta, la Tierra? Y en segundo lugar, porque resulta que la ciencia, el conocimiento que suministra, las preguntas que permite contestar y los medios que emplea para ello, es divertida, una fuente inagotable de placer intelectual. ¡Viva la ciencia!, un ejemplo en cuanto en lo que a claridad y sensibilidad se refiere, pretende que cualquier lector, no importa cual sea su formación previa, se forme una idea tanto de qué es la ciencia como de la imagen que ésta nos ofrece de la naturaleza. Es cierto que tal objetivo ha sido buscado otras veces, pero ninguna hasta ahora de la mano de dos autoridades en campos tan diferentes como el dibujo y el pensamiento científico: Antonio Mingote y José Manuel Sánchez Ron, compañeros en la Real Academia Española. Porque lo que distingue este libro es la unión entre textos y dibujos, que forman una perfecta sincronía en el objetivo único de suministrar a sus lectores niños, jóvenes o mayores una visión científica del mundo. Una visión científica, sí, pero una visión en modo alguno alejada del factor humano, que aquí se introduce a través de los principales protagonistas de la historia de la ciencia, que además de ir apareciendo a lo largo de las páginas de este libro, se reúnen en un apéndice, y dibujo, final como Los 40 principales de la ciencia. En tiempos en los que, a pesar de todo, la irracional, la deshumanización y la vulgaridad no han desaparecido, ¡Viva la ciencia! representa una celebración de la ciencia, esto es, de la racionalidad. Y al celebrar a la ciencia y a la racionalidad, sus autores han celebrado también a la vida, dejándonos de esta forma un legado que será difícil olvidar.
(Sitges, 1919) Dibujante y humorista español, se inició como dibujante de humor en 1946, publicando en La Codorniz los chistes de una pareja que pronto se hizo popular. Desde 1953 hasta hoy mismo, ininterrumpidamente, publica un chiste diario en ABC de Madrid.Aunque es autor de algunas novelas, como Las palmeras de cartón (1948), Los revólveres hablan de sus cosas (1953), Adelita en su desván (1991), de cuentos y de una obra teatral, El oso y el madrileño (1973), su fama procede principalmente de su intensísima actividad en el terreno del humor gráfico. Además publicó libros de divulgación histórico-humorística, como la Historia de la gente (1955 y 1984), Historia de Madrid (1961), Historia del traje (1963), Hombre solo, Hombre tranquilo (1976) y 5 años de Madrid (1978).Creó escenografías y figurines teatrales, cuadros, pinturas murales en edificios madrileños, guiones de cine, y colaboró en la realización de programas radiofónicos y televisivos. Su estilo gráfico-literario se caracteriza por la sutileza e ironía, la rápida y acertada pintura de trazos y descripción de carácteres e ideologías, y la sensibilidad social"Prensa Española" instituyó en 1967 el Premio "Mingote para Humor y Periodismo Gráfico".Fue elegido Miembro de la Real Academia Española en enero de 1987.En 2004 publicó un volumen con algunos de sus mejores dibujos. Su obra ha merecido los premios Víctor de la Serna (1979), Blanco y Negro (1980), Nacional de Periodismo (1981) y Formentor (1984), entre otros.