En realidad, él no necesita a nadie, piensa Lukas. Solo, pero feliz, camina sin rumbo fijo por la ciudad. De pronto, se encuentra con Sonia, una chica ciega, que consigue sacarlo de quicio. Segura de sí misma, invita a Lukas a la piscina, a comer en un restaurante y le enseña un mundo que él, hasta ahora, jamás había conocido. Ahora siente todo de forma más intensa: la luz de la calle, la voz de las personas, el agua caliente de la ducha, un tierno roce... Lukas no quiere perder a Sonia, aunque no sabe cómo conseguirlo