En 1526 el emperador Carlos V contrajo matrimonio en Sevilla con Isabel de Portugal, y, a los pocos días, los recién casados decidieron visitar Granada. No faltaban en el séquito real caballeros capaces de encarnar adecuadamente el ideal cortesano de la época, en cuanto que habían puesto su espada al servicio de los sueños cristianoeuropeístas del emperador, pero, cuando lo permitían sus deberes militares, satisfacían sus apetencias espirituales leyendo a los autores italianos y descubriendo, a través de éstos, a los grecolatinos. A veces, ellos mismos sentían el impulso creador, igual que lo sintieron en su día acreditados caballeros como el marqués de Santillana o Jorge Manrique, cuya fama literaria había inmortalizado sus nombres más allá del recuerdo que pudieron dejar como hombres de armas.
Garcilaso de la Vega (Toledo, 1501 - Niza, 1536). De familia noble, su figura representa al caballero cortesano renacentista, artista exquisito e intrépido capitán. Fue amigo personal de Carlos I, luchó en las campañas imperiales y murió en Niza, Francia, en el asalto de un castillo. Su obra trata exclusivamente de amor. De ella se conservan 38 sonetos y tres églogas en las que poetiza su propia historia amorosa, además de algunas canciones, epístolas y elegías. Cultivó el soneto, la lira, la silva y el terceto encadenado.