La ausencia de aventuras fantasmales en mis vigilias pudo haberme llevado a la fácil ?e irracional?actitud de negar su existencia. Por lo que sé, existen fantasmas que no reconocen la existencia de los seres humanos, posiblemente por la misma razón, porque nunca han visto a un individuo de nuestra especie. Puede darse el raro caso de fantasmas que acepten la existencia de los seres humanos y que no se les manifiesten simplemente por temor. Se puede recontar la historia de los fantasmas según las religiones imperantes, según las costumbres de cada época, según los filósofos. Se puede mencionar la manera como los científicos han tratado a los fantasmas (tal vez sin tomar en cuenta que ya había muchos fantasmas antes de que existiera el primer científico), y uno llega al punto de que, habiendo estado los fantasmas presentes desde siempre en la tradición oral de todos los pueblos y habiendo surtido esas narraciones a los más grandes clásicos, el más apropiado territorio de los fantasmas es la literatura. Para empezar, allí nadie les va a preguntar si, de verdad, existen, ni nada por estilo. Y lo que hace la lite
Darío Jaramillo Agudelo (Santa Rosa de Osos, Colombia, 1947) es poeta, novelista y ensayista. Es autor, entre otras obras, de las novelas La voz interior, Cartas cruzadas, El juego del alfiler, Memorias de un hombre feliz e Historia de Simona y de poemarios como Tratado de retórica (Premio Nacional de Poesía en 1978), Poemas de amor, Cantar por cantar, Gatos, Sólo el azar y Cuadernos de Música. Obtuvo la beca John Simon Guggenheim en 2008, fue Poeta en residencia en la Residencia de estudiantes (Madrid) en 2006 y es miembro correspondiente de la Academia colombiana de la lengua.