Castilla la Vieja, a finales de los años cuarenta. Para Pedro Ballester, hijo de campesinos ricos, acusado y condenado por un crimen que no ha cometido, una nueva vida empieza en prisión. Allí aprenderá a conocer a los hombres, allí sabrá lo que es la amistad y deseará recobrar la libertad a cualquier precio. Tras lograr escapar de su encierro y recorrer como un forajido media meseta, llegará a Portugal, donde intentará empezar de nuevo con otra identidad. Sin embargo, nada será fácil para un hombre como él, intemperante, torturado, eternamente insatisfecho, y que arrastra su inquietante pasado como una pesada losa... ¿Puede un hombre dejar de ser él mismo? ¿Qué sentido tiene la huida cuando el sentimiento de culpa roe las entrañas? ¿Por qué a veces !a vida acaba siendo una condena? Éstos son algunos de los interrogantes que plantea esta suerte de road movie marcadamente existencialista, escrita probablemente a principios de la década de 1950 por un jovencísimo y todavía inédito Mario Lacruz, y que prefigura, en cierto modo, los personajes de El inocente (premio Simenon 1953) y La tarde (premio Ciudad de Barcelona 1955), novelas consideradas por la crítica del momento como el inicio de una gran carrera literaria.