Los jazmines siempre me devuelven a un tiempo antiguo. Con una nostalgia de bolero en la vieja radio de casa de los padres, Antonio Burgos hace en este libro un censo personal de pequeños placeres en absoluto prohibidos y un catálogo de añoranzas que demuestran que la calidad de vida nunca es comparable a la cantidad de vida que puede haber en los objetos cotidianos, muchos de ellos en inevitable viaje al baúl de los recuerdos. Una talega para la ropa, una alcuza de aceite para la tostada, la piel de una maleta familiar, la letra inglesa de un parte de bodas o la plata y la porcelana de un servicio de té sirven al autor para la recreación literaria de mundos perdidos. Mundos perdidos que pueden permanecer en la flor de un magnolio o en el olor de un naranjo en primavera, quizá como resistencia de la hermosura contra esta sociedad globalizada en la que es políticamente incorrecto que te pongas para cenar jazmines en el ojal.
Antonio Burgos ha dedicado a Andalucía y a Sevilla buena parte de su trabajo como escritor y periodista. Entre sus obras destacamos Las cabañuelas de agosto (Premio Ateneo de Sevilla 1982), Mirando al mar soñé y Reloj, no marques las horas, todas ellas publicadas en Editorial Planeta. Es también autor de la letra de numerosas canciones, como Habaneras de Cádiz, Habaneras de Sevilla, Va por usted o Lola de España, que han sido interpretadas por Rocío Jurado, Carlos Cano y María Dolores Pradera entre otros. Considerado como uno de los primeros columnistas de España -escribe en El Mundo y Época y colabora en el programa radiofónico "Protagonistas"-, ha sido merecedor de premios periodísticos tan destacados como el Mariano de Cavia, el José María Pemán y el Larra. Asimismo es miembro de número de la Real Academia Sevillana de Buenas Letras.
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