El libertino desnuda a sus víctimas, sólo para vestirlas con la camisa transparente de los números. Transparencia fatal: por ella se escapa nuevamente el otro, ya no como objeto opaco sino como abstracción inmortal. El libertino no puede deshacerse de sus víctimas porque los números son inmortales, podemos nulificar al 1 pero de su cadáver brota el 2 o el 3. El libertino está condenado a recorrer sin cesar la serie infinita de los números. Ni siquiera la muerte, el suicidio filosófico, le ofrece una salida: el cero no designa un número, sino la ausencia de números. Como en la paradoja de Berhand Russell, hay un momento para el libertino en que el conjunto de conjuntos es más pequeño que los conjuntos que contiene. Las victorias del filósofo libertino se evaporan como sus sensaciones y placeres. Al final de su peregrinación JULIETTE puede decir como el monje budista: Todo es irreal. OCTAVIO Paz, «El más allá erótico».
Donatien-Alphonse-François de Sade (París, 1740-Charenton, 1814) nació en el seno de una familia aristócrata. En 1768 se convirtió ya en leyenda por sus escandalosas y truculentas fiestas en el tristemente célebre castillo de Arcueil. Le tocó en suerte vivir una época de cambios radicales en la Francia de la Revolución y del Terror, aunque pasó la mayor parte de su existencia recluido en cárceles y manicomios. Todas sus obras están impregnadas de una filosofía libertina que propugna la libertad absoluta, al margen de cualquier religión, ley o moral. En 1988, Tusquets Editores inició la publicación de las obras eróticas de Sade a partir de la edición francesa definitiva. A La filosofía en el tocador (La Sonrisa Vertical 59) le siguieron Las 120 jornadas de Sodoma (La Sonrisa Vertical 75), Justine o Los infortunios de la virtud (La Sonrisa Vertical 88) y, ahora, Juliette o Las prosperidades del vicio.