GOGOL, NIKOLAI / GAMON, ALBERTO (Ilustración)
Un pequeño terrateniente, Pável Ivánovich Chíchikov, se dedica a comprar campesinos muertos para registrarlos como vivos y conseguir así las tierras que se concedían a aquellos que poseyeran un cierto número de siervos. Gógol utiliza este argumento como pretexto para ofrecer la versión más cruda y detestable del ser humano, logrando que esta obra, publicada por primera vez en 1842, sea un clásico con una vigencia formidable en nuestro mundo actual. Alberto Gamón ha realizado un impresionante trabajo gráfico que ahonda en el texto de esta edición, con nueva traducción de Marta Rebón. «Las almas muertas es el texto de ficción que inaugura la formidable tradición de novelistas eslavos. Luego vendrán, con nuevos bríos, Turguénev, Dostoievski, Tolstói, Gorki, etcétera. Todos reconocieron la maestría de Gógol, demostrada también en el versátil género del relato corto, como asegura la frase de Dostoievski: ?Todos hemos salido de El capote de Gógol?». Carlos García Gual, El País
Nikolái Vasílievich Gógol (Sorochintsy, Ucrania, 1809-Moscú 1852) nació en el seno de una familia de pequeños terratenientes. Cuando aún estaba en el instituto escribió su primera obra, el poema Hans Küchelgarten (1828). Las malas críticas recibidas lo impulsaron a abandonar la literatura, pero pocos años más tarde, en 1831, publicó la primera parte de Las veladas en Dikanka, que resultó ser un gran éxito. Ese mi smo año entró en contacto con los círculos literarios de San Petersburgo. En 1832 apareció la segunda parte de Las veladas y en 1835 las recopilaciones Mirgorod y Arabescos (en la que se incluían los cuentos «La perspectiva Nevski», «El diario de un loco» y «El retrato»). En 1836, desilusionado por las polémicas que provocó su comedia El inspector, dejó Rusia. De 1838 a 1842 residió en Roma. En su casa de la Via Sistina escribió «El abrigo», Roma y el primer volumen de Las almas muertas, que fue aclamado por la crítica y el público. Pero su salud física y mental, ya muy deteriorada, se derrumbó al no poder acabar el segundo volumen, cuyo manuscrito quemó poco antes de morir.