DICKINSON, EMILY / MISTRAL, GABRIELA / STORNI, ALFONSINA / PLATH, SYLVIA / SAFO / DE LA CRUZ, SOR JUANA INES / DE CASTRO, ROSALIA / ST. VINCENT MILLAY
El nuevo estuche de Poesía Portátil recoge la selección de ocho voces femeninas esenciales de la poesía. Esta recopilación abarca la urgencia lírica de ocho poetas: los gritos de protesta, el canto a la vida, el amor a la naturaleza o las reivindicaciones de los derechos de la mujer de Alfonsina Storni, los versos de la premio Nobel Gabriela Mistral o la intensidad, el dolor y la belleza de las implacables composiciones de Sylvia Plath; pasando por los textos de Emily Dickinson, desprovistos de adornos y reglas, que hablan de la mujer, de la enfermedad y de la muerte o una traducción inédita de algunos de los escasos textos que se conservan de la poeta griega Safo. Se recogen, además, los versos más icónicos de Rosalía de Castro, Edna St. Vincent Millay y la célebre Juana Inés de la Cruz, tres poetas clave. Esta edición estuche contiene los volúmenes:
Morí por la belleza, Emily DickinsonUna voz dulce resonó en mi oído, Rosalía de Castro Soy vertical pero preferiría ser horizontal, Sylvia Plath Éxtasis, Gabriela MistralNo creo poder tocar el cielo con las manos, Safo La caricia perdida, Alfonsina Storni Finjamos que soy feliz, Sor Juana Inés de la Cruz El amor no lo es todo, St Vincent Millay
La poetisa norteamericana
Emily Dickinson nació en Amherst,
Nueva Inglaterra, en 1830. Estudió en la Academia de Amherst y en el Seminario
Femenino de Mount Holyoke, Massachusetts, donde se formó en un ambiente
calvinista muy rígido, contra el que manifestó un obstinada rebeldía, pero que
impregnó profundamente su extraña concepción de Universo.
Emily
Dickinson se aisló muy pronto del mundo y no admitió, a partir de entonces,
entrar en contacto con nadie que no estuviera a la altura de sus conocimientos
y de sus afectos, como lo estuvieron, por ejemplo, sus cuatro preceptores :
Benjamin Franklin Newton, quien le hizo leer en edad muy temprana a Emerson, y
luego el reverendo Charles Wadsworth, el escritor Samuel Bowles y el Juez Otis
P. Lord, con quienes mantuvo una correspondencia abundante y asidua a la que
hoy recurren todos aquellos que desean ahondar en la aventura espiritual de tan
peculiar personalidad.