Nunca aspiró a ser melómano y acabó acongojándose felizmente frente a un epíteto de Wagner. Nunca pretendió escribir un libro con una extraña cualidad coral, sino un hatillo de poemas sujetos, a ser posible, con una goma de niña coqueta y edad de ángel no punible. Dicen sus más cercarnos que una vez se le oyó desconfiar de la coherencia, pero de repente descubrió que su último conjunto de poemas se mantenía bajo un inequívoco arco vital y artístico. El resultado es Anotaciones a la gran ópera del pequeño Alprazolam 0.5. Dividido en tres partes, una sobre el aria, otra acerca del recitativo y una parte intermedia de entreacto reducida a un crimen y máximas de oficina humanamente incontenibles, como le gusta decir al autor de Úbeda, el libro se adscribe a la ruptura de la linealidad y el significante unívoco para dar paso a una experiencia abigarrada, en la que el dolor y las referencias se superponen en imágenes de percepción múltiple o no dirigida. Escrito en un tránsito difícil, ¿cuál no lo es?, se pregunta el autor, el libro es un canto que se retuerce frente a la solemnidad de la vida y la impostura grave de la sentimentalidad contemporánea. De pronto, en mitad de una tristeza catedralicia, con la muerte rondándome como a un amante no hecho, descubrí que la vida continuaba raquíticamente, más o menos como siempre, y la palabra borbotaba por otra parte, infinitamente más pequeña, lo que no quiere decir menos infausta, y ni siquiera más real.
Es licenciado en Ciencia Política por la Universidad de Buenos Aires (UBA) y maestro en Sociología del Poder y doctor en Ciencias Jurídicas y Políticas por la Universidad de París VII. Es investigador del CONICET y profesor de Ciencia Política en la Universidad Nacional de Mar del Plata.