Cauces del que teje evoca un entramado de fuerzas invisibles que ordenan el universo, un cosmos al que solo podrá accederse trascendiendo el reino de la mente. Toda la obra de Yárnoz es una enorme Apología de Sócrates, donde de manera reiterada se nos recuerda que solo desde el no saber la realidad podrá comenzar a ser verdaderamente comprendida. La futilidad de la intelectualización de la realidad está presente a lo largo de toda su obra.
A diferencia de su poemario anterior, Filiación, donde la creación de atmósferas y la musicalidad eran más esenciales, en este la poeta se ve inmersa en una vorágine hiperanalítica que, paradójicamente, pretende renunciar a comprender intelectualmente lo que la rodea y buscar así la liberación del sufrimiento psicológico, de las resistencias a las situaciones cotidianas y, en definitiva, de la infelicidad. Es la vieja lucha de la conciencia contra la inconsciencia, la de Arjuna contra los demonios de su mente. Pero también es la asunción de realidades dolorosas desde la distancia emocional, y la disciplina que no es tal cuando logramos elevar el vuelo y contemplar la realidad desde una perspectiva más totalizadora.