Frente a la teoría de que el levantamiento de los Comuneros supuso un ataque a la modernidad que Carlos V traía de Flandes, Manuel Azaña ve en ella la primera revolución popular contra el absolutismo. Fue, por tanto, una apuesta lanzada hacia el futuro, tan moderna, tan presente, que seguía viva cuatro siglos después, en vísperas de la Segunda República. Sumergiéndose en las fuentes primarias de la época, el que fuera presidente de la República demuestra la vigencia del pensamiento comunero tras examinar cuidadosamente los documentos recopilados sobre la Guerra y la Revolución de aquellas Comunidades de Castilla de 1520. En el ochenta aniversario de la muerte de Azaña, Isabelo Herreros rescata y explica los textos donde el gran intelectual republicano español demuestra que la sublevación castellana reclamaba igualdad, contribución fiscal para cualquiera sin aceptar privilegios de la nobleza, representación en Cortes independientes de la voluntad real y, en suma, todo lo que constituye una revolución moderna.
MANUEL AZAÑA (1880-1940) fue, sin duda, el político más importante de la Segunda República y uno de los más destacados intelectuales españoles del primer tercio del siglo XX. En plena dictadura de Primo de Rivera fundó el partido Acción Republicana, una de las formaciones decisivas en el advenimiento de la República en 1931. En el nuevo régimen Azaña personificó el espíritu reformista del primer bienio republicano como ministro de la Guerra y presidente de Gobierno, así como con su oposición parlamentaria al gobierno de centro-derecha en 1934-1936, y la asunción de la presidencia de la República tras el triunfo del Frente Popular y durante la guerra civil, hasta su muerte en el exilio francés. Como escritor se prodigó en diversos géneros que abarcaron desde los artículos periodísticos y discursos de signo político, hasta el ensayo literario -como el que le valió el Premio Nacional de Literatura en 1926- y los diarios. Estos discursos y artículos dedicados a la autonomía catalana son expresión de su talento y lucidez en los diagnósticos y soluciones a problemas de ayer, aún hoy plenamente vigentes.