Estamos en el momento álgido de las guerras napoleónicas. Un diplomático francés, Jean Daville, es enviado a Travnik, una pequeña ciudad perdida entre las montañas de Bosnia, como cónsul. La novela es el relato de su estancia allí entre 1806 y 1814, dando ocasión para ofrecernos un fresco de ese tiempo convulso en el que por primera vez los Balcanes se abren a Occidente. Alrededor de la pequeña ciudad, donde también se ha asentado el cónsul austríaco, la política napoleónica se escribe con fuego y sangre mientras que los dos cónsules, perdidos en el pequeño territorio de Bosnia, verán cómo sus ambiciones y juventud naufragan y se asfixian en medio de una comunidad arcaica, contradictoria e impenetrable. Un paisaje humano en el que se entrecruzan imágenes de un mundo casi medieval con el desasosiego de las mujeres europeas y con las vidas cotidianas de los actores involuntarios de la pequeña historia: comerciantes, burócratas, artesanos, campesinos. En la frontera entre la novela histórica, el relato intimista y la descripción etnográfica, esta novela del autor de Un puente sobre el Drina constituye una de las mejores evidencias de que la novela sigue siendo un género tan vivo como imprescindible.
Ivo Andric (Travnik, Bosnia-Herzegovina, 1892-Belgrado, 1975). Estudió en Sarajevo, Zagreb, Viena y Cracovia. En 1914 fue arrestado a causa de su adhesión a una organización revolucionaria; a continuación, habría de pasar tres años en diferentes prisiones austro-húngaras. Al término de la Gran Guerra, y sin abandonar jamás su carrera de escritor, entró a formar parte del servicio diplomático de la naciente Yugoslavia, y residió en Bruselas, París, Madrid y finalmente Berlín, donde lo sorprendió la Segunda Guerra Mundial. A partir de 1941 se instaló definitivamente en Belgrado. En 1961 recibió el premio Nobel de literatura.