Cuando las mujeres no podían votar trata, en clave de humor, del enfrentamiento entre el sufragismo y el socialismo en 1931, cuando se dudaba de si debía o no concederse el voto a las mujeres por miedo a que éstas lo utilizaran en contra de la República. La obra es incisiva, ácida, crítica y, como es habitual en Miralles, posee unos diálogos vertiginosos y una hilarante comicidad. Es la misma estética teatral que se percibe en El crepúsculo del paganismo romano, obra que nos previene contra la pérdida de la memoria histórica y trata la infancia de los que vivieron en las escuelas franquistas de los años 50, cuando la curiosidad podía más que el miedo a la represión. El autor escribe con un tono permanente de humor que divierte y entretiene, y una riqueza de lenguaje que es también su característica habitual. Pese a la gravedad de los temas y consciente de que humor no significa necesariamente frivolidad, Miralles intenta siempre que sus obras puedan llegar no sólo a los espectadores comprometidos como él, con la realidad, sino también y sobre todo, a un público mayoritario que busca el entretenimiento teatral y que, tras la diversión, reflexionará sobre lo que ha oído, camuflado hábilmente bajo la máscara que ríe.