Cínico a veces, otras irónico, pero siempre crítico, Alberto Miralles posee unos diálogos ágiles, llenos de colorido que, unidos a unos trazos precisos, sirven para dibujar certeramente los rasgos esenciales de sus personajes. Las seis obras de Teatro breve aquí recogidas resultan tan incisivas como sus obras largas. Ya lo apunta Magda Ruggeri: Con estas piezas parece demostrarse que no se puede juzgar el propósito según el tamaño, y que una obra pequeña puede tener un gran contenido. En ¡Quedan detenidos!, una redada antidroga sirve para poner de manifiesto la solidaridad del pueblo frente al egoísmo de los poderosos. Inocencio o la verdad reluctante nos enfrenta a lo más profundo de nosotros mismos, aquellos pensamientos que procuramos ocultar a toda costa. El monólogo Dorita Mayalde, cocinera nos relata una curiosa venganza amorosa mientras realiza juegos malabares con nuestras papilas gustativas. César, es necesario que hablemos supone una regocijante reflexión sobre el matrimonio. Lope, Ruiz de Alarcón, Quevedo y Góngora discuten en un magnífico ejercicio de estilo en Siglo de Oro tabernario, crítica divertida a la envidia española. En El volcán de la pena escupe llanto, la memoria de un maestro al que le han dado el paseíllo durante la Guerra Civil es vilipendiada o enaltecida, según los intereses políticos