Considerado como «patriarca de la literatura americana» y «el mejor escritor de habla inglesa de su tiempo», Washington Irving (1783-1859) logró el privilegio de vivir en la Alhambra mientras escribía este libro. En una tertulia que al atardecer reunía en la plaza de los Aljibes, recogió un torrente de recuerdos, historias y leyendas que le iban a servir de base para sus relatos, a la par documentados en la Biblioteca universitaria granadina. Tal vez contó allí mismo estos Cuentos a una niña que con el tiempo llegaría a ser emperatriz de Francia, pero, ciertamente, con ellos se ha convertido en el guía más famoso y universal de la Alhambra. Porque nadie le ha superado en los cuadros que de todos sus rincones pinta y que sirven de marco vivo a un género nuevo de novela fantástica y literaria. Antonio Gallego Morell, catedrático de Literatura Española de la Universidad de Granada, ha sido durante muchos años presidente del Patronato de la Alhambra y es uno de los mejores conocedores de su tradición literaria.
Washington Irving fue un autor, ensayista, biógrafo, historiador y diplomático estadounidense. Realizó estudios de Derecho, pero su vocación se interesaba más por el periodismo y la escritura que por la abogacía. En 1802 comenzó a escribir artículos en periódicos de Nueva York. En 1815 se fue a vivir a Liverpool y allí trabó amistad con importantes hombres de letras: sir Walter Scott y Thomas Moore, entre otros. Escribió algunos ensayos y relatos bajo el seudónimo de Geoffrey Crayon. Considerado el mentor de autores como Nathaniel Hawthorne, el hispanista Henry Wadsworth Longfellow y Edgar Allan Poe, entre su obra destacan los siguientes títulos: Cuentos de la Alhambra, Los buscadores de tesoros, La conquista de Granada, La leyenda de Sleepy Hollow o la biografía George Washington.
En 1846, regresó a Sunnyside (EE. UU.), su casa de campo, y allí falleció en 1859.