Las motivaciones de los viajes de Bonneville han permanecido oscuras gracias a que no se han hallado los diarios originales en los que trabajó Irving para compilar sus aventuras. Si planeó sus expediciones para amasar una fortuna en el comercio de pieles, para satisfacer su espíritu aventurero, o para espiar para el gobierno, es algo que aun hoy es un misterio. Sus enemigos afirmaron lo primero, Irving lo segundo, y el mismo Bonneville apuntaba a veces a lo tercero. Lo que sí es una verdad incontestable es que Bonneville abrió la ruta definitiva hacia el oeste gracias a la cual, 20 años después, los colonos pudieron protagonizar el periodo más célebre y que más tinta y celuloide ha tirado de la Historia de EEUU: La Conquista del Oeste. Hay que destacar en favor de Bonneville dos virtudes no menores, la primera es que mientras él estuvo al mando de la expedición no murió ningún hombre y, la segunda, es que en sus encuentros con los nativos siempre supo evitar las hostilidades y generar complicidad.
Washington Irving fue un autor, ensayista, biógrafo, historiador y diplomático estadounidense. Realizó estudios de Derecho, pero su vocación se interesaba más por el periodismo y la escritura que por la abogacía. En 1802 comenzó a escribir artículos en periódicos de Nueva York. En 1815 se fue a vivir a Liverpool y allí trabó amistad con importantes hombres de letras: sir Walter Scott y Thomas Moore, entre otros. Escribió algunos ensayos y relatos bajo el seudónimo de Geoffrey Crayon. Considerado el mentor de autores como Nathaniel Hawthorne, el hispanista Henry Wadsworth Longfellow y Edgar Allan Poe, entre su obra destacan los siguientes títulos: Cuentos de la Alhambra, Los buscadores de tesoros, La conquista de Granada, La leyenda de Sleepy Hollow o la biografía George Washington.
En 1846, regresó a Sunnyside (EE. UU.), su casa de campo, y allí falleció en 1859.