Dalí, expulsado por Breton del grupo surrealista debido a su fascinación por la figura de Hitler, se sitúa intencionalmente fuera del contexto vanguardista, fuera de los grupos y el colectivismo con el fin de renovar la idea de genio. Pero frente a otros desertores, la historiografía artística ha acuñado una figura de Dalí como el desertor odioso, el traidor calculador e interesado que cambió la creatividad por el afán de alimentar su narcisismo y de amontonar dinero. Duchamp aparece como una figura radicalmente diferente: es el artista puro y desinteresado, el auténtico héroe del arte en el siglo xx. La renuncia vanguardista de Duchamp es diferente: no es expulsado de ningún grupo, simplemente no ingresa en ninguno, ya que su trabajo implica una actividad personal en los márgenes del arte. No le interesa el mercado sino como especulación intelectual. Pero esta actitud de humildad esconde una altivez intelectual sin límites. ¿Quién es más narcisista de los dos, el hiperactivo e histérico Dalí o el perezoso e intelectual Duchamp? Francisco Javier San Martín hace un análisis de la obra de ambos descubriendo un buen número de contactos, una fraternidad oculta entre ambos artistas, deteniéndose en las etapas de proximidad así como en los distanciamientos. Francisco Javier San Martín es profesor de Historia del Arte en la Universidad del País Vasco.