«Me he quedado atrapado en esa mirada transparente que describe el mundo con asombro, como si lo viera por primera vez, y también, sobre todo, por la destreza con que ha puesto en palabras lo que vio.» Javier Rojo, suplemento cultural Territorios, El Correo «También yo quería entrar en el mundo real, y por un momento lo logré. Los dos caballos salvajes que estaban frente al Chevrolet Avalanche se pusieron a girar como en un carrusel, y con ellos el de Cornelie, el caballo negro de Franquito y otros caballos que formaban parte de mi pasado. Pensé #solo por un momento, ya lo he dicho# que aquella era la imagen de mi vida, y que me sería fácil poner junto a los caballos, o en su lugar, criaturas humanas: la mujer que leía Reader#s Digest, el hombre que en el hospital se sentía enjaulado como un mono, José Francisco, Didi, Adrián, L., yo mismo, Ángela, Izaskun, Sara... Una vuelta, dos vueltas, tres, cuatro, y así hasta que el carrusel se parase. Pero ¿dónde estaba el centro? ¿Dónde el eje en torno al cual giraba todo?» Esta es la historia de un escritor que viaja a Nevada, Estados Unidos, entre agosto de 2007 y junio de 2008, pero es también mucho más. Es un relato en el que lo vivido, el instante real, se mezcla con recuerdos, imágenes, sueños y evocaciones. En el que el paisaje árido y hostil del desierto y el horizonte verde, rojo y fucsia de los casinos de la ciudad de Reno, con su trama de luces brillantes y acristaladas, conducen una y otra vez al narrador #y al lector# a ese otro paisaje más íntimo, más personal del País Vasco. Días de Nevada es una historia hecha de historias, a modo de caja china, que nos muestra cómo cada experiencia que vivimos, cada vínculo creado entre las personas más allá de las distancias temporales y espaciales, cada emoción que nos impacta, cada amenaza que combatimos permanece indeleble. Y nos convierte en lo que somos.
Bernardo Atxaga (Asteasu, Gipuzkoa, 1951) se licenció en Ciencias Económicas y desempeñó varios oficios hasta que, a comienzos de los ochenta, consagró su quehacer a la literatura. La brillantez de su tarea fue justamente reconocida cuando su libro Obabakoak (1989) recibió el Premio Euskadi, el Premio de la Crítica, el Prix Millepages y el Premio Nacional de Narrativa. La novela ha sido llevada al cine con el título Obaba. A Obabakoak le siguieron novelas como El hombre solo (1994), que obtuvo el Premio Nacional de la Crítica de narrativa en euskera, y Esos cielos (1996), y libros de poesía como Poemas & Híbridos, cuya versión italiana obtuvo el Premio Cesare Pavese de 2003. Su obra ha sido traducida a veintisiete lenguas. La edición en euskera de El hijo del acordeonista ha recibido el Premio de la Crítica 2003. Bernardo Atxaga es ya uno de los creadores de mayor hondura y originalidad en el panorama literario de este principio de siglo.