Estamos tan acostumbrados a vivir en ella, que la casa se da por sobreentendida, como el respirar o el comer. Para la autora, la casa como elemento físico, puramente arquitectónico, con un origen claro gracias a la arqueología y a la etnografía, supone un paso adelante en la historia de la humanidad, y ha llegado a alcanzar un significado filosófico, moral, incluso lingüístico.