Don Gil de las calzas verdes es una comedia urbana. Y más aún: diríamos que madrileña. La fascinación, el deslumbramiento que Madrid, la Corte, ejercía sobre los escritores y el público en general era enorme y tuvo adecuado reflejo en la literatura. Es evidente que, como hecho social, el crecimiento desmesurado y rapidísimo de la villa, transformada en los finales del siglo XVI, por una decisión regia, de lugarejo minúsculo en gran ciudad, con todos los cambios y alteraciones que eso suponía, debió de llamar la atención desde muy diversos ángulos: su bullicio, su población variopinta y quizá poco coherente, su aglomeración de gentes de todos los rincones de la inmensa Monarquía, su elevar rápidamente edificios lujosos y templos. Todo era una estridente convocatoria al pasmo y la admiración.
Seudónimo de Fray Gabriel Téllez nació en Madrid en 1579 o 1584 (ambas fechas aparecen en su biografía). Siendo muy joven ingresó en la Orden de la Merced y estuvo en América de donde regresó a los dos años para vivir largo tiempo en Toledo, donde fue Superior del convento de los Mercedarios. Se dio a conocer como escritor de comedias con el seudónimo de Tirso de Molina, pero denunciado por su labor teatral dejó de escribir durante diez años. Cultivó todos los géneros en uso en su época y sus obras pueden dividirse en autos sacramentales, comedias religiosas, comedias de historia nacional, comedias de carácter, comedias de intrigas, las grandes creaciones dramáticas y obras en prosa. El elemento relevante de su teatro es la creación de caracteres psicológicos, especialmente femeninos y el uso de una mayor naturalidad. En su obra abundan los paralelismos entre la vida temporal y la eterna, entre la vida religiosa y mundana, entre amores místicos y profanos. Sus dos obras más conocidas son Don Gil de las calzas verdes y El burlador de Sevilla.