Los textos de el círculo y la piedra se rigen por dos vectores complementarios, duda y reticencia. Se trata de dos fuerzas que han importado a buena parte de la poesía contemporánea, tentada por el silencio como espacio vigilante, como reverso y sostén de la palabra que se hace consciente de su existencia y de la responsabilidad del decir. A través de un ejercicio de limpieza y vigilancia, estos poemas buscan una dicción decantada hasta dar con el puro hueso de la imagen. Ovillado el lenguaje sobre sí, el autor ofrece el contorno y el peso de las palabras, las escuchadas en conversación, las que se abren y se anudan en el poema, las que quisieran fortificarse en los textos comunitarios.