El día eterno es el primer poemario de Georg Heym, único que vio publicado en vida, en 1911. A pesar de la juventud del poeta, se trata de una de las producciones más significativas del Expresionismo alemán y tuvo una importante acogida. Dedicada a una de las grandes metrópolis del momento, Berlín, es una obra en la que un Heym visionario expresa sentimientos ambivalentes hacia la gran ciudad y describe sobrecogedores paisajes apocalípticos, desvelando la realidad paralela de los sueños, de lo incomprensible y de la muerte. La muerte, tan presente en sus versos, aparece representada como un destino inevitable, como un presentimiento; la premonición, incluso, de la propia muerte del poeta.
En El día eterno se da una afinidad entre escritura y pintura: la poesía se sostiene sobre estremecedoras imágenes plásticas, pero es capaz de trascenderlas al despertar en los lectores otros sentidos, el olfato y el oído, creando así impresiones de una realidad palpable. En estos poemas se percibe la mezcla de lo tradicional y lo novedoso: la extraña combinación entre horribles visiones y la sobriedad con que se describen, entre la fuerza de las imágenes y las formas poéticas todavía convencionales.
Georg Heym es un orgulloso heredero de Hölderlin, Novalis, Büchner, Baudelaire, Stendhal, Rimbaud, Verlaine, Keats o Poe, entre otros, además de filósofos como Arthur Schopenhauer o Friedrich Nietzsche. Formó parte del círculo alemán de literatura expresionista Der Neue Club, donde dio a conocer su poesía entre los jóvenes escritores y artistas de la época. Publicó en revistas emblemáticas como Der Demokrat, Der Sturm o Die Aktion. Su obra poética figura entre los grandes nombres de la lírica expresionista alemana junto con Gottfried Benn, Georg Trakl o Else Lasker-Schüler.