Julián Zugazagoitia es sin lugar a dudas uno de nuestros grandes periodistas olvidados, y Guerra y vicisitudes de los españoles una obra fundamental a la hora de entender la guerra civil española. Publicado en París en 1940, fue su último libro, y probablemente el más importante testimonio de aquel terrible conflicto, desde el golpe de estado del 18 de julio hasta la caída de Madrid y la angustiosa espera en Alicante. Dos motivos justifican esta importancia: la cercanía del autor a los acontecimientos y la objetividad inconcebible en aquel momento, la lúcida convicción de que la reconciliación era la única salida posible. Así, en el prólogo a esta obra, escribe el propio Zugazagoitia en el triste exilio parisino de los perdedores: «Prefiero pagar a la maledicencia las alcabalas más penosas y ser cobarde para quienes me disciernan este dicterio, renegado para los que por tal me tengan. Escéptico, traidor, egoísta... todo me parecerá soportable antes de envenenar con un legado de odio la conciencia virgen de las nuevas generaciones española». Para esta edición hemos contado con la inestimable colaboración de José María Villarías, historiador y nieto del autor, y un oportuno prólogo del profesor Santos Juliá.
Julián
Zugazagoitia nació en Bilbao a comienzos de siglo, hijo de un obrero
socialista. Él mismo fue militante del PSOE desde muy joven, y era, en el
inicio de la guerra civil, director del periódico El Socialista, desde cuyas páginas
denunció los excesos cometidos por ambos bandos, especialmente los que
presenció en Madrid. Durante el conflicto se vio obligado a ejercer su segunda vocación, la política,
como ministro de Gobernación y secretario general del Ministerio de Defensa en
los gobiernos de Juan Negrín. Fue él, por ejemplo, quien facilitó a Rafael
Sánchez Mazas, enemigo político pero compañero en las letras, el salvoconducto
para salir de Madrid. Ya en el exilio, a los pocos meses de terminar el libro,
fue arrestado por la Gestapo y entregado al régimen franquista junto a otras
personalidades republicanas, como Lluís Companys o Cipriano Rivas Cherif, para
ser juzgado y fusilado en Madrid en 1940.