WALSH, WILLIAM THOMAS / BRAVO, CARLOS (Ilustración)
Narra la extraordinaria historia de la reina Isabel de Castilla tal y como se desarrolló a ojos de sus contemporáneos y en el sangriento marco de su época. Se trata de un relato tan dramático, tan fascinante, que no necesita ser embellecido ni completado por los conocimientos o los disparates de otros tiempos. Para comprender la Historia e interpretarla correctamente, es necesario conocer todas las circunstancias que rodean los hechos y penetrar en la mentalidad de sus protagonistas, entendiendo su escala de valores y sus ideales. No debemos aplicar a una época pasada nuestros criterios actuales, aunque, por supuesto, comprender no significa aprobar sin restricciones cuanto hicieron los hombres del pasado. Tampoco sería objetivo condenarlo todo, sin tener en cuenta que nadie consigue estar por encima de las ideas de su tiempo, siempre influyentes en los juicios y opiniones. Los Reyes Católicos no están hoy de moda: el establecimiento de la Inquisición y la expulsión de los judíos son, para muchos, negros lunares que empañan su memoria. Incluso el haber ayudado a Colón e iniciado la colonización española en las Antillas, se consideran también hechos repobables. Precisamente por todo esto merece la pena que fijemos nuestra atención en una época crucial de nuestra Historia, oyendo no sólo el juicio negativo de sus detractores, sino el parecer de quienes sostienen otras opiniones. En la corrompida corte de Enrique IV, Isabel y su hermano menor Alfonso supieron mantenerse incontaminados, aunque la reina doña Juana, intentó que siguieran las malas costumbres imperantes. Muerto Enrique IV, Isabel a los veintitrés años, recibió la Corona castellana para reinar sobre un pueblo empobrecido, con una nobleza díscola y acostumbrada a prescindir de la autoridad real. Las aventuras de Isabel y las románticas circunstancias que rodearon su matrimonio con Fernando, hijo de Juan II de Aragón, han inspirado más de una obra literaria. Fue éste un enlace en el que se fundieron venturosamente el amor y la razón de Estado.