La hija del veterinario (1959) es una novela inquietante y fantasiosa, pero perfectamente controlada por una voz narrativa delicada, intencionada e inteligente. Barbara Comyns confirma en ella su singular humor, su maestría para un punto de vista familiarizado con la catástrofe y con esas «pequeñas cosas que nunca se olvidan».
Nació en el condado inglés de Warwickshire, en una familia venida a menos. Estudió arte en Londres y contrajo matrimonio con Arthur Price, un pintor con el que tuvo dos hijos. Se ganó la vida de las formas
más variopintas: vendedora de coches antiguos, modelo, cocinera o criadora de caniches. En 1945, se casó en segundas nupcias con Richard Comyns, un funcionario del Foreign Office que trabajaba bajo las órdenes de Kim Philby y con quien viviría en Ibiza y en Barcelona durante dieciséis años.