Este segundo volumen de La historia de Genji comprende los últimos trece capítulos (4254) de la obra. La narración del último tercio de la novela se reanuda tras un lapso de ocho años desde la muerte de Genji. Volvemos a encontrarnos con Karou, hijo tardío de Genji, que según dicen desprende un olor maravilloso desde su nacimiento, y también a Niou, el nieto de Genji. Los dos jóvenes son grandes amigos, pero también serán duros rivales en el amor. primero, con las hijas de un príncipe viudo que vive retirado en Uji junto a sus dos hijas. y luego, con la bella Ukifune, que se encontrará atrapada entre dos pretendientes. La sucesión de amores imposibles y la desdicha que estos acarrean, constituirán el melancólico telón de fondo con el que concluye esta obra cumbre de la literatura japonesa. Nada se ha escrito mejor en ninguna literatura, dijo de ella Marguerite Yourcenar. Es comparable a los grandes clásicos occidentales como Cervantes o Balzac, dijo Octavio Paz. No es que sea mejor o más memorable o intensa que la obra de Cervantes, pero sí más compleja, observó Borges. Pero esta obra no necesita elogios previos, necesita solamente que el lector llegue a ella y empiece a leerla. Algo inasible le empujará a seguir. Ese algo es su movimiento.
A pesar de que en su tiempo fue reconocido su enorme talento, muy poco es lo que se conoce de la vida de la escritora. Tal vez haya nacido en el 975, tal vez haya muerto en el año 1014. Ni siquiera se sabe su auténtico nombre. Se sabe que era hija de un erudito aunque poeta sin talento, apasionado por la literatura, que enseñó a su hija la lengua china y sus clásicos, pero también le transmitió el amor por la literatura de sus antepasados. Dicen que su padre lamentaba que aquella niña tan inteligente no hubiese nacido varón para continuar el prestigio literario de la familia. Sin embargo, llevó a su joven hija con él a través de un largo viaje por el Imperio. Se sabe que a los veintinueve años Murasaki vivía en la Corte como dama de compañía de la inteligente emperatriz Akiko. Entre el año 1008 y el año 1010 compone su diario, tal vez simultáneamente a la composición de La novela de Genji.