La muerte de Virgilio es, sin lugar a dudas, una de las obras fundamentales de la narrativa del siglo xx. Su autor, Hermann Broch, figura junto a Kafka y Joyce, entre los escritores que, en torno a la década de los veinte, llevaron a cabo una renovación radical de este género literario. La muerte de Virgilio tomó cuerpo en las cinco semanas que Broch estuvo encarcelado en AltAusse, tras ser detenido por la Gestapo. Acabará esta obra monumental que aparecerá en 1945 casi simultáneamente en inglés y alemán durante su exilio en Estados Unidos. Consciente de vivir un tiempo de transición, y trazando un paralelo entre la época de Augusto y la suya propia, Broch se plantea a lo largo de la obra cuestiones como la posibilidad del conocimiento y, muy especialmente, la función del arte en un tiempo de crisis. Combinando la reflexión filosófica con la lírica y el análisis psicológico, elabora un largo poema en prosa de un barroquismo delirante que desafía las normas de la narrativa tradicional. En la novela, el poeta Virgilio, en las horas anteriores a su muerte, cae en un duermevela en el que se funden el pasado y el presente, el sueño y la vigilia, lo tangible y la alucinación. Dilatada al máximo su capacidad de percepción por su progresivo desprendimiento de la realidad, lleva a cabo un minucioso análisis de su entorno físico y mental que se corresponde en la forma con una investigación profunda de las posibilidades del lenguaje
Hermann Broch, nació en Viena en 1886. En 1928, tras abandonar el negocio familiar, se dedicó por completo al estudio de la filosofía, las matemáticas y la psicología. Diez años más tarde emigró a Estados Unidos en donde fue profesor de la Universidad de Princeton. Además de LA MUERTE DE VIRGILIO, cabe destacar entre sus obras la trilogía Los sonánbulos, distintos ensayos literarios sobre Joyce y Hoffmansthal y un trabajo incompleto sobre la histeria colectiva. Murió en New Have, Estados Unidos, en 1951.