Ésta es una novela de aventuras, un texto popular que el lector disfrutará desde la primera página hasta la última. Contiene además una meditación acerca de la aventura que forma parte de la trama misma de las aventuras que aquí se cuentan. Meditar acerca de sus aventuras no es lo propio del aventurero, que se limita a llevarlas a cabo.Aquí tenemos un aventurero peculiar que es, además, reflexivo y que trata de entender por qué hace lo que hace, por qué se aventura en sus aventuras. El carácter, entonces, de este personaje sin nombre que atiende por un mote, «Aloof», se duplica porque, al preguntarse por el significado de sus aventuras, acaba preguntándose por el significado de su propia identidad. Pero la identidad de Aloof no queda clara, ni para él mismo ni para el narratólogo que, al cabo de los años, encuentra el manuscrito donde Aloof dejó registrada una de sus aventuras. La trama de esta novela es, pues, en parte aventura y en parte filosófica gracias no sólo a la actividad del narratólogo que comenta lo que ocurre sino también gracias a que el otro protagonista de la novela, Lord Redkins, es también un aventurero reflexivo que sólo a medias cree que el correr aventuras signifique algo más allá de la propia acción de llevarlas a cabo. Queda finalmente el texto, la ficción, como el resultado objetivado de la experiencia de estos personajes, que quizá pueda arrojar algo de claridad sobre su pasado. Este «diálogo» entre el texto del lugarteniente Aloof y el narratólogo, un «francotirador académico», es un sorprendente, magnífico, fascinante hallazgo de Álvaro Pombo, que se reafirma, una vez más, como uno de los mejores escritores en lengua española de nuestro tiempo.