LEONARDO LEVINAS, MARCELO / DOLFO, JUAN (Ilustración)
Las visiones de los hombres siempre han dependido de lo que les ha tocado vivir, de lo que necesitaron creer y de lo que pretendieron conocer. Originariamente sus ideas acerca del cosmos estuvieron ligadas a las características particulares de los lugares que habitaron. Cuando surgieron las primeras civilizaciones y algunas de ellas lograron expandirse, sus cosmologías, esas doctrinas generales acerca del universo, abarcaron más objetos y entraron en correspondencia con una mayor variedad de fenómenos. Cuando, mucho después, todo el mundo humano esto es: la Tierra se hizo palpable y habitable, el hombre sistematizó su conocimiento de la realidad física y terminó por extender a todos los puntos inalcanzables del cosmos la universalidad de las leyes. ¿Por qué las cosmologías constituyeron el elemento de reunión de las ideas más importantes y abarcadoras sobre la naturaleza de las cosas y la de la propia sociedad humana? ¿Por qué esa particular predilección por atender a objetos lejanísimos e inalcanzables, como los astros, para intentar dilucidar las causas de sus movimientos, su razón de ser y su influencia sobre los fenómenos humanos? La historia de las cosmologías es un modo privilegiado de entender cómo los hombres se han imaginado a sí mismos y al mundo. Al incluir algunas ideas y relegar otras, y al determinar su forma de relacionarlas, cada cosmología constituyó, de hecho, un sistema jerárquico de pensamientos.