Marco Polo disfruta de una posición privilegiada en la corte del Gran Kublai: el Kan lo ha convertido en su confidente y ha decidido enviarlo como emisario a lo largo de su imperio. Fascinado por el hombre y la civilización que representa, Marco Polo se embarca con entusiasmo en la aventura mongola: Uno de los objetivos del Kan es invadir Japón y cuenta para ello con la ayuda del veneciano. En el ámbito personal, Marco Polo es también un hombre afortunado: ha recuperado al hijo que creia muerto. Un hijo que le devuelve a su propia juventud y le recuerda a aquel muchacho que él mismo fue cuando dejó Venecia a sus espaldas.