Tras una primera visita deliciosa Luke regresa a casa de sus amigos y la encuentra sumida en el abandono. Luz y Chas, su marido, parecen tocados irremediablemente por la perdición. Un fatídico mensaje le llega a Luz desde el cielo, mediante un heraldo de fuego mercuriano. Novela alucinada, de rara belleza, en su prosa se aún ciencia-ficción y poesía.
Anna Kavan nació en 1901, en Cannes, Francia, con el nombre de Helen Emily Woods. Hija única de un matrimonio adinerado, creció viajando entre Europa y Estados Unidos hasta el suicidio de su padre, que la marcó profundamente; fue el primer hecho fatídico de una vida plagada de sufrimiento y asediada por la depresión y las adicciones. Su madre se negó a que estudiara en Oxford, tal y como ella le pedía, y la forzó a casarse con Donald Ferguson, quien había sido su propio amante. Este infeliz matrimonio quedó retratado en su novela Let me alone (1930). Kavan se casó y se divorció dos veces, perdió a su hijo en la Segunda Guerra Mundial, trató de suicidarse en tres ocasiones y pasó largas temporadas encerrada en hospitales psiquiátricos de Suiza e Inglaterra, de los que sacó el doloroso material con el que escribió los relatos que componen El descenso (Navona, 2019). Este fue el primer libro que firmó como Anna Kavan (seudónimo que acabaría asumiendo legalmente); en él aparece por primera vez la atmósfera opresiva y la paranoica figura del perseguidor que llevará a su culminación en Hielo (1967), considerada su obra maestra y con la que obtuvo popularidad a sus sesenta y seis años. El año siguiente a la publicación de Hielo, Anna Kavan murió sola en su casa de un ataque de corazón. Según la policía, en aquella casa había «suficiente heroína para matar toda la calle».