Vivimos el tiempo en que la censura ha sido sustituida por el decoro y la corrección, el tiempo en que el eufemismo ha venido a sustituir a la franqueza, el tiempo en que los hipócritas usurpan los iconos ideológicos y el tópico usurpa la verdad, el tiempo del clasismo cultural sometido a los imperativos de la dictadura económica (tanto desde el punto de vista material como del conceptual), el tiempo en que la pedagogía ha sido cancelada por la información. Y todo ello en mitad de una sociedad zoqueta, mezquina, hueca, vasalla del estereotipo, abanderada por un analfabetismo moral pasmoso, nido de ciudadanos intolerantes, inválidos para la compasión. Mi relación con la comida se revuelve contra la babosa anodina que nace de semejante panorama. Es un acto de provocación, irremediablemente pesimista, que intenta resolver el conflicto entre el desprestigio de la utopía y la reconstrucción ética.
Angélica Liddell es Premio Nacional de Literatura Dramática por La casa de la fuerza (La uÑa RoTa, 2011) y León de Plata de la Bienal de Venecia en 2013 «por su capacidad de transformar su poesía en un texto que agita el mundo». Nacida en Figueres en 1966, desde niña visita a sus abuelos en Santibáñez el Bajo (Cáceres), «todo lo aprendí viéndoles arar, pisar la uva, meter las manos en el fuego sin quemarse, en cuanto hacían, había una relación directa con las cosas que no he vuelto a experimentar». En 1988, mientras estudia Psicología en Madrid, «un tiempo perdido», escribe su primera obra, era malísima, pero todavía hoy sigo hablando del suicidio. Con su compañía Atra Bilis, fundada en 1993 junto a Sindo Puche, ha estrenado una veintena de creaciones con las que ha obtenido numerosos premios, como el Valle Inclán por «El año de Ricardo» y el de Dramaturgia Innovadora Casa de América por «La pasión anotada de Nubila Wahlheim», ambas editadas por Artezblai. Un crítico la ha calificado de «monstruo escénico y autora de la palabra», y otro la comparó con Artaud y Pasolini. Cuando cumplió 42 años, «ese día me sentí mal, asustada y jodida por el paso del tiempo», se apuntó por primera vez a un gimnasio, «entonces los detestaba, ahora me encantan? mi gimnasio está lleno de actores porno gays, alegres y guapos, que desean amar y ser amados, como todos nosotros, pero para mí es ese lugar donde me reventaba durante cuatro horas seguidas para soportar la ansiedad, para buscar alivio». Y ¿allí empezó «La casa de la fuerza»? «Sí, eran ejercicios de preparación para la soledad.» Entonces, años después, «cuando más hastiada estaba de todo aquello que me rodeaba, apareció China con su modo indescifrable de estar en el mundo. Al final, lo único que cuenta en nuestras vidas cuando cerramos la puerta de nuestra habitación es el mundo afectivo, sentirse amado o no? Cada vez le doy más oportunidad al azar, a lo inexplicable?». ¿Y qué nos cuentas de tu nueva trilogía, «Ciclo de las resurrecciones»? «Pues ahora, acabo de estrenar «Primera carta de san Pablo a los Corintios». Creo que es el inicio de una etapa relacionada con lo sagrado. Quiero devolver el sentido sagrado a aquello que lo cotidiano se ha empeñado en trivializar. Según estas inquietudes, espero montar una Lucrezia («You are my destiny», se titula) el año que viene. Es como si hubiera llegado al límite de algo, al límite de lo confesional, necesito ir al polo opuesto y, tal vez, llegar al silencio.» Sus textos han sido traducidos al inglés, francés, italiano, rumano, ruso, alemán, polaco y portugués.
Extraordinaria pluma. Una de las grandes obras literarias de la literatura universal.
Extraordinaria pluma. Una de las grandes obras literarias de la literatura universal.