El autorretrato de toda una generación de postguerra, exilio, lucha antifranquista, bohemia y, finalmente, libertad, éxito y glamour.Las memorias de Eduardo Arroyo, artista en sentido amplio e intelectual de primera línea, tienen la vocación de ser leídas como «una sarta de confidencias plagadas de historias» y de «dejarlo todo dicho, todo cosido, todo atado».«En el momento en que redacto estas líneas, no me parece tener mala salud (hago los scongiuri necesarios). [] Mis transaminasas están un poco altas, por lo que casi he renunciado a mis bien amados Negronis (un tercio de ginebra, un tercio de Punt e Mes y un tercio de Campari, más algunas gotas de angostura y una rodaja de naranja).También he abandonado decididamente la cerveza: ocurrió en Bélgica [] en vísperas del estreno de Boris Godunov en el teatro de La Monnaie de Bruselas []. Allí me percaté de que había dejado de interesarme definitivamente esa bebida espumosa, pero no así algún que otro vaso de vino blanco o tinto para acompañar comidas y cenas. También me di cuenta de que se me había quitado el "complejo de pulpa"».
Eduardo Arroyo nació, en 1937, en Madrid, donde estudió en el Liceo Francés y, posteriormente, en la escuela de periodismo. En 1958, por oposición al franquismo, se exilió en París, donde abandonó el periodismo para dedicarse a la pintura y al dibujo. Hasta el restablecimiento de la democracia en España, la obsesión del exilio y la historia conflictiva nutrieron su pintura, polémica y bañada en ironía y lirismo. Ha realizado decorados de teatro y es autor de la biografía Panama Al Brown, de la pieza de teatro Bantam y del libro de reflexiones Sardinas en aceite.