PERIBÁÑEZ Y EL COMENDADOR DE OCAÑA, una de las más altas cimas de la obra teatral de Lope de Vega, reúne todas aquellas cualidades que hicieron de su autor una de las grandes figuras de la literatura universal. El rechazo de los preceptos clásicos de la poética aristotélica, la concepción del teatro como entretenimiento y el conocimiento preciso de los mecanismos del drama alcanzan esta obra una de sus muestras más ajustadas e intensas. Son estas solamente algunas de las razones por las que su lectura, esta vez guiada por una cuidada introducción y una anotación precisa, no solo es especialmente recomendable para adentrarse en la obra de Lope de Vega sino también en el teatro español del Siglo de Oro.
Félix Lope de Vega Carpio nació en Madrid el 25 de noviembre de 1562. Tras pasar por la escuela del poeta y músico Vicente Espinel y por el Estudio de la Compañía de Jesús, parece ser que estudió en la Universidad de Alcalá e, incluso, es posible que pasara durante un período breve por la Universidad de Salamanca. En 1582 ya había dejado su etapa de estudiante, pues se alistó como soldado en la escuadra que se dirigía al archipiélago de las Azores. Más tarde, Se alistó como voluntario en la Armada Invencible en 1588, y a su regreso a España se establece con su esposa en Valencia, ciudad en la que había florecido un tipo de teatro renovador de las formas clásicas que influyó considerablemente en Lope, que ya era poeta conocido y a partir de ahora dramaturgo profesional. Pronto sería reconocido con el sobrenombre de «Fénix de los ingenios». A caballo entre los siglos XVI y XVII, Lope ya ha triunfado como escritor. Tiene escritas un centenar de comedias, que han cambiado la orientación del teatro español, e innumerables romances y sonetos que corren de boca en boca. A partir de 1610, establecido de nuevo en Madrid tras unos años en que había venido alternando residencia en Toledo y Sevilla, y rodeado de su mujer y de sus hijos, escribirá sus obras dramáticas más significativas: La dama boba, El perro del hortelano, Fuente Ovejuna, El caballero de Olmedo, Peribáñez, etc. Con una gran reputación como escritor debida sobre todo al enorme éxito popular (la expresión «Es de Lope» se convirtió en una frase hecha para indicar la excelencia de cualquier cosa), pero con estrecheces económicas, Lope murió en 1635. Nueve días duraron sus funerales y doscientos poetas de toda España escribieron elogios fúnebres en su honor. El «monstruo de naturaleza», como lo llamó Cervantes, dejó una obra ingente.