La inmensa producción novelística de Émile Zola (1840-1902) ha desplazado tradicionalmente a un segundo plano la relevancia de su obra narrativa breve, menos copiosa, pero no por ello de inferior calidad literaria. En los últimos años, no obstante, este panorama ha cambiado con la merecida revalorización de sus cuentos y relatos. La selección de esta pequeña antología no obedece a leyes azarosas ni caprichos editoriales, sino a criterios literarios que tienen su primer punto de encuentro en el marco de El Mensajero de Europa, prestigiosa revista rusa con la que Zola colaboró regularmente entre 1875 y 1880. Como precisan en su postfacio los traductores (Gonzalo Gómez Montoro y Rubén Pujante Corbalán), en algunos casos los textos no habían vuelto a traducirse al español desde hacía más de un siglo.
Nacido en
París en 1840, pasó su infancia en Aix-en-Provence, donde trabó una gran
amistad con Paul Cézanne. A los veintidós años entró a trabajar en la editorial
Hachette, empleo que abandonó en 1866 para dedicarse en exclusiva al periodismo
y a la literatura. Ya en 1864 había publicado un libro de tinte romántico que
cosechó un gran éxito: Contes à Ninon.
En 1867 saca a la luz su primera novela «naturalista», Thérèse Raquin, considerada en su momento littérature putride. En 1868 comienza el ciclo de los Rougon-Macquart, cuyas veinte novelas
concluyó en apenas veinticinco años. Condenado a un año de cárcel por su intervención
en el caso Dreyfus, en 1898 se exilia en Inglaterra durante once meses. En
1902, muere en París, asfixiado por las emanaciones de una chimenea.