Antonio Carreño López (Alicante, 6 de diciembre de 1986). La primera palabra que salió de mi boca fue «Quique», el perro de mis abuelos. Pocos años después llegaron Zara y Flecha. A ellas les contaba todo lo que callaba a las personas. Cuando se marcharon, cambié las confidencias animales por los diarios. Los diarios pasaron a ser relatos y los relatos se acabaron convirtiendo en poesía. Me licencié en veterinaria porque de algo hay que morirse. Durante un tiempo fui inspector de sanidad, y hasta ese momento no supe que existía otra forma de cerrar bares. Luego vinieron otros empleos pero, como reza La historia interminable: esa es otra historia y debe ser contada en otra ocasión.